domingo, 22 de febrero de 2015

miles de estrellas de mar. Son demasiadas, simplemente


 A propósito del Evangelio de hoy, os copio parte del comentario que incluye un cuentecillo que me encanta:
«¿Qué podemos hacer entre tú y yo para aliviar su situación». Nuestra oración «peca» a menudo de girar alrededor de «nuestras cosas» (a menudo «pequeñas cosas») y pocas veces nos lleva a tomar decisiones, a «movernos»... dejándolo todo -si acaso- en las manos de Dios. Pero el Dios y Padre «nuestro» quiere tratar conmigo de esas cosas de mis hermanos, quiere contar conmigo, me necesita.
     Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?"
 La tentación del desánimo, de no saber qué hacer, de ver que son tantos los que están pasándolo mal, de pensar lo poco que podemos hacer... es grande. De nuevo con palabras de Francisco: "
Me viene a la cabeza una historia:
       
 En una puesta de sol, iba yo caminando por una desierta y tranquila playa.  Mientras andaba, empecé a distinguir en la distancia a una persona que se acercaba. Según se iba aproximando, me di cuenta que era un pescador del pueblo cercano,  que iba inclinándose para recoger algo que luego arrojaba al agua. Una y otra vez arrojaba con fuerza esas cosas al océano.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, observé que aquel hombre estaba recogiendo estrellas de mar, que la marea había dejado en la playa, y que, una por una, volvía a arrojar al agua.
Intrigado y sorprendido por aquel comportamiento, me atreví a saludarlo:
- Buenas tardes, amigo. Venía preguntándome qué es lo que hace usted.
- Estoy devolviendo estrellas de mar al océano. Ahora la marea está baja y ha dejado sobre la playa todas estas estrellas de mar. Si yo no las devuelvo al mar, se morirán por falta de oxígeno.
- Ya entiendo -le dije yo-, pero sobre esta playa debe haber miles de estrellas de mar. Son demasiadas, simplemente. Y lo más probable es que esto esté sucediendo en centenares de playas a lo largo de toda la costa. ¿No se da cuenta de que este es un trabajo inútil, que no merece la pena tanto esfuerzo por su parte, salvando un puñado de estrellas, que no tiene mucha importancia que se salven esas pocas?
El pescador sonrió, se inclinó a recoger otra estrella de mar y, mientras volvía a arrojarla al mar, contestó:
- ¡Para ésta sí que es importante!
Mark V Hansen en «Sopa de pollo para el alma». Ediciones B.
 

permaneció cuarenta días y fue tentado...

Por: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net

 Evangelio según san Marcos 1, 12-15
En aquel tiempo, el Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto, donde permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivió allí entre animales salvajes, y los ángeles le servían.
Después de que arrestaron a Juan Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio.


 
 
 
 
 
Petición
Señor, concédeme saber escuchar tu Palabra y hacerla vida en mi vida.
 
ReflexiónCruzado el umbral del miércoles de Ceniza, nos encontramos ya en pleno período cuaresmal. El Evangelio de hoy es muy cortito, pero muy rico de significado. Vale la pena detenernos un momento en la primera frase: "El Espíritu empujó a Jesús al desierto, y se quedó en el desierto cuarenta días". ¡Esto es la Cuaresma: 40 días de desierto!

La palabra "cuaresma" deriva del latín: "quadragesima", que quiere decir precisamente "cuarenta". El pueblo cristiano desde siempre ha vivido con especial intensidad este período, que precede a la celebración anual de los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Este tiempo evoca antiguos acontecimientos bíblicos de gran simbolismo espiritual: 40 fueron los años de peregrinación del pueblo de Israel por el desierto hacia la tierra prometida; 40 los días de permanencia de Moisés en el monte Sinaí, en pleno desierto, en donde Dios renovó la alianza con su pueblo y le entregó las Tablas de la Ley; los días que recorrió Elías por el desierto hasta llegar a encontrarse con el Señor en el monte Horeb, también fueron 40; y 40 los días que nuestro Señor Jesucristo transcurrió en el desierto orando y ayunando, antes de iniciar su vida pública, que culminaría en el Calvario, en donde llevaría a término nuestra redención.

La coincidencia numérica es interesante. Pero mucho más significativo aún es el marco geográfico en el que tienen lugar todos estos acontecimientos: el desierto. En la literatura bíblica aparece muy a menudo el tema del desierto, no sólo como un lugar físico, sino también como un simbolismo de carácter espiritual. Parecería que Dios tuviera una predilección especial por este escenario para llevar a cabo sus obras de salvación. Vayamos juntos al desierto y veámoslo.

Se trata de un lugar árido e inhóspito. No hay nada, ni lo más elemental. Allí se sufre todo tipo de incomodidades: la sed y el calor, las inclemencias del tiempo, los cambios bruscos de temperatura, las molestias de la arena, las privaciones y carencias materiales no ya de las cosas fútiles, sino también incluso de las más necesarias. El desierto es un paraje solitario y silencioso. Es lo opuesto al ruido y a la algarabía, al consumismo, a la molicie, a la vida fácil y placentera de nuestras ciudades modernas. Es para gente austera y templada.

Por eso, la realidad física del desierto puede ser como un símbolo de la vida espiritual: es el lugar del desprendimiento de todo lo superfluo; una invitación a la austeridad y al retorno a lo esencial. Es allí en donde el hombre experimenta su fragilidad y sus propias limitaciones; el lugar de la prueba y de la purificación. Pero también el escenario más apropiado para la búsqueda y el encuentro personal con Dios en la oración, en el silencio del alma y en la soledad de las creaturas.

El libro del profeta Oseas nos ofrece un pasaje muy hermoso a este propósito: Dios habla al pueblo de Israel como a su esposa del alma, que ha sido infiel a su promesa de amor; y la conduce al desierto para renovar con ella su pacto de amor y fidelidad: "Por eso, yo voy a seducirla y la llevaré al desierto -dice el Señor- y le hablaré al corazón... y allí cantará como cantaba en los días de su juventud" (Os 2, 16-17). El desierto se nos presenta como el lugar más apropiado para el encuentro con el Dios del amor y de la alianza. El ambiente exterior favorece el recogimiento e invita a la oración. Por eso, antiguamente, los monjes se retiraban al desierto para hablar y unirse con Dios; a los primeros eremitas y anacoretas se les llamó con el sugestivo nombre de "padres del desierto".

Pero el desierto no es poesía, y no hay que interpretarlo en una clave meramente intimista. Es arduo y difícil, pero necesario. Y nuestra vida cristiana tiene que pasar necesariamente por el desierto. Es decir, por la experiencia del silencio y de la soledad, del desprendimiento de las cosas materiales, del sacrificio y, sobre todo, de la oración y del encuentro íntimo y personal con Dios. Más aún, todo lo anterior es sólo como una preparación para que el alma se encuentre a sus anchas con su Creador. A muchos hombres y mujeres del siglo XXI estas palabras podrían tal vez resultar incómodas, y hasta incomprensibles. Y no es de extrañar. Pero es un camino por el que tenemos que entrar si queremos llegar a la Vida.

Sin embargo, todos los seres humanos -independientemente de nuestro credo, cultura, edad, sexo o condición social- absolutamente todos, tenemos nuestras horas arduas de aridez y de cansancio, de fatiga y de derrota; de soledad, de sufrimiento, de desolación y de ceguera interior. Y todo esto es también el desierto. Y estas horas amargas pueden ser sinónimo de fecundidad y de vida si sabemos vivirlas unidos a Dios. Entonces sí, el desierto será el camino que nos lleve hasta la tierra prometida, el lugar privilegiado para el encuentro con Dios y el escenario de nuestra redención al lado de Cristo. La experiencia del desierto nos conducirá al gozo pascual de la resurrección.


 
 
 
Diálogo con Cristo
Jesucristo, al contemplar las tentaciones con las que Dios Padre permitió que fueras tentado, confirmo que nunca debo aspirar a no tener tentaciones sino a saber superarlas con fe y confianza, preparándome permanentemente con la mejor arma: la oración; porque ante la tentación, nunca me faltará la gracia ni la fortaleza del Espíritu Santo. Padre mío, que sepa llevar este mensaje a los demás, especialmente aquellos que están deprimidos y angustiados por lo duro de esta vida.

lunes, 16 de febrero de 2015

Consejo para ser más feliz

Me encanta este consejo para ser feliz, creo en él y me ha ayudado en momentos muy muy muy bajos.... ya siempre procuro sentirme agradecida:

LUZ EN LA CALLE DEL DUENDE

  
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Calle duende
Hace unas semanas, paseando por el centro de Málaga (casi no salgo de ahí), vi a Pedro, estaba subido en una escalera arreglando los cables de un recoveco -casi imposible de ver- en la entrada de la calle del Duende (si, aunque parezca mentira en el mismísimo centro de Málaga, por calle Nueva, hay una callejón con ese simpático nombre, pero casi nadie pasa jamás por ahí). Me quedé un rato parado, observándolo, trabajaba a conciencia dejando bien fijos los cables que presumiblemente había reparado, ya bastante tarde y con poca luz, en ese rincón casi invisible, a la entrada de un callejón olvidado.
–          Pedro… ¡Te vas a resfriar, hombre!, ¡Mañana aparecerás por la consulta con dolor de garganta!.
–          Ya acabo, D. Jorge… -sonrió- tenía que haberme ido hace 20 minutos pero quiero dejar esto bien terminado..
Un consultorio médico de atención primaria es algo más de lo que aparenta ser, puede ser un confesionario, un puerto de paz o un kiosco de chucherías vitales, pero  desafortunadamente también puede ser un pequeño infierno o un túnel oscuro en el que tratamos de poner alguna luz. Llevo casi 35 años escuchando historias, recorriendo seres, desatando nudos, rescatando verdades escondidas y aprendiendo de cientos de esas vivencias. Muchas veces alguien viene aquejado por un simple dolor de garganta, pero tras algunas visitas mas -para coger confianza- acaba charlando sobre su verdadera patología, un daño espiritual o una personalidad difícil que casi siempre acaba reflejada en su cuerpo en forma de dolor de estómago, de infecciones de repetición, taquicardias … ¡Tantas veces ocurre eso!.   Pero no con Pedro. Mi paciente-amigo Pedro tiene 45 años, acude a mi consulta desde los 15. Pocas veces para él, la mayoría de las veces solo acompaña a su madre, funcionaria jubilada con serios problemas depresivos cuya asistencia sanitaria está cubierta por un seguro privado.
Nadie se iba a fijar en el rincón que arreglaba Pedro,  pero él lo quería terminar a fondo, aunque hubiera terminado su horario, en una tarde-noche muy fría y desapacible. Como tantos otros “Pedros”, pasó por tiempos mejores, en que el trabajo y el dinero fluían con facilidad, ahora –con la maldita crisis- trabaja un día si y cinco no en las chapuzas que le salen. Pero Pedro jamás se queja, algunas veces se cabrea un poquito, pero enseguida vuelve a sonreír. Siempre va “arreglaito y limpito” porque según él “la apariencia ayuda mucho”, Pedro confía en la vida y no consiente en tutearme a pesar de habérselo pedido varias veces, pasa por muchos problemas, pero él sabe bien que la vida a veces duele… Bajó de la escalera con su eterna sonrisa…
–          Pedro, ¿Qué haces para estar siempre contento?-  Puso entonces una cara entre pícara y extrañada..
–          Pues lo que usted siempre dice D. Jorge.
–          ¿Ah?, y ¿que es eso?….- Pregunté sorprendido creyendo que solo trataba de estimular mi ego…
–          Pues ya sabe, no pedir nada a la vida, absolutamente nada, solo dar gracias…
–          Pero Pedro… ¡Yo jamás te he dicho eso!
–          A mi no, pero la segunda o tercera vez que estuve en su consulta, -era casi un niño-, le puso a mi madre un ejercicio mental, ¿no lo recuerda?, yo si recuerdo sus palabras. Le explicó que no tenía que pedir nada a la vida, ni al mundo, ni a Dios, y en cambio debía de dar gracias diarias durante 10 minutos incluso por las cosas mas sencillas… por la luz en la casa, por la tabla y el cuchillo, por el agua en el grifo, por la música, por el color de vino, por el silencio en la noche… ¡por tenerme!…  Mire D. Jorge, ella nunca le hizo caso, sigue pidiendo que el mundo se arregle a su alrededor, sin embargo yo “me quedé con la copla”. Ella sigue con el Prozac, pero a mi siempre me ha servido “dar gracias” un ratito todos los días, lo que usted le recetó a ella.
¡Bendito sea Dios todopoderoso!, o si queréis ¡Bendita Diosa Casualidad!, … Dicen que Jesucristo nació en un pesebre… “ergo”:  ¡Donde menos se espera salta la liebre!. La semilla brotó en un terreno inesperado.
En estos tiempos de corazones duros, de ojos sin alma, de sentimientos que parecen prefabricados y falsos, brillan personas como Pedro, feliz, terminando con frío y viento, a conciencia, un trabajo que nadie va a ver, esperanzado en el futuro. Gente que no va a caer a pesar de banqueros ambiciosos y políticos corruptos. Si miráis bien seguro que tenéis algún “Pedro” muy cercano.
Querido amigo, ese día había luz en tu mirada (siempre hay luz en ella), pero en ese instante, al mirarte, me enseñaste que un hombre bueno no es ese en el que todos confían, sino aquel que ha decidido confiar en el mundo. Esa fue mi luz y mi lección aprendida en la calle del Duende. Bendito seas.

miércoles, 11 de febrero de 2015

ULTREYA FEBRERO

Buenas tardes herman@, nos es muy grato poder INVITARTE  a la Ultreya de Febrero, que se desarrollará este DOMINGO día 15 a las 7 de la tarde, en la Parroquia de: La Asunción (Cruz de Humilladero). Como ya sabemos, este es un encuentro que tenemos todas aquellas personas que hicimos cursillo un día, pero que está ABIERTO  A TODOS LOS CRISTIANOS. En esta ultreya es cuando aprovechamos para saber cómo nos va en el 4º DÍA y donde nos damos ese calor fraterno que tanto bien nos hace. Como es habitual, tendremos una MÍSTICA y después una MÁSTICA, ya sabeis, unas tortillitas de papas, unos refresquitos, unos embutidos, etc... lo que podamos cada uno!!. Y finalmente, no nos olvidemos de esa labor social que estamos realizando con 10 familias a las que ayudamos mensualmente con la ayuda y generosidad de tod@s. Podemos traer productos NO PERECEDEROS, legumbres, pasta, arroz, conservas, etc... lo que podamos.
UN ABRAZO
Nota: Acompaño fotos de situación: