La
importancia de lo interior y privado
Ron Rolheiser (Trad. Benjamin Elcano) - Lunes,
19 de enero de 2015
(… ) Nuestras pequeñas
preocupaciones morales privadas pueden parecer bastante pequeñas cuando son
sopesadas con los problemas de un mundo en su conjunto. ¿Creemos de verdad que
Dios tiene en cuenta mucho si rezamos o no nuestras oraciones de la mañana,
murmuramos de un colega, alimentamos un rencor o dos, o somos no del todo
honestos en nuestras vidas sexuales? ¿Se preocupa, de hecho, Dios de estas
cosas?
Sí, Dios se preocupa
porque nosotros nos preocupamos (…) de ninguna manera son asuntos pequeños.
Ellas determinan las grandes cosas. La moralidad social es simplemente el
reflejo de la moralidad privada. Lo que vemos en el cuadro global es
simplemente una magnificación del corazón humano.
¿Cómo vamos a
construir un mundo justo y acogedor si primero no podemos domar nuestro egoísmo
dentro de nosotros? No habrá transparencia a nivel global mientras continuemos
pensando que está bien no ser transparentes en nuestras vidas privadas. Lo
global simplemente refleja lo privado
La acción social que
no tiene moralidad privada como su base, no es espiritualidad sino simple
acción política, poder que trata con el poder, importante en sí misma, pero no
para confundirla con la transformación real. El Reino de Dios no funciona de
esa manera. Funciona por conversión, y la conversión verdadera es un acto
eminentemente personal. Carlos Castañeda, el místico americano nativo, escribe:
“Vengo de América Latina, donde los intelectuales siempre están hablando de
revolución política y social, y donde se están tirando tantas bombas . Pero
nada ha cambiado en gran medida. Supone poco atrevimiento bombardear un
edificio, pero para dejar de ser envidioso o acceder al silencio interior,
tienes que rehacerte a ti mismo. Aquí es donde empieza la reforma verdadera.”
(…)
La moral privada y
todo lo que viene con ella -la oración privada y el intento de ser honrado y
transparente aun en las cosas más pequeñas y más secretas- es el núcleo en el
cual agarra su raíz toda moralidad. Jan Walgrave, comentando sobre la
importancia social del misticismo, sugiere: “Tú puedes generar más energía
dividiendo un simple átomo que lo que puedes aprovechando todas las fuerzas del
agua y el viento de la tierra. Eso es precisamente lo que hicieron Jesús, Buda
y Mahoma. Ellos dividieron el átomo interno del amor. Y manó la energía. Juan
de la Cruz, aleccionando sobre la vital importancia de la honradez en las cosas
pequeñas, dice: “No importa si un pájaro está atado por una fuerte soga o por
la más fina de las cuerdas; en ningún caso es capaz de volar.”
La moralidad privada
no es un lujo insignificante e inasequible, una virtud blanda, algo que se
encuentra en el camino del compromiso con la justicia social. Es el lugar
profundo donde necesita ser dividido el átomo moral.