Clausura del cursillo 582 de Málaga
EL ESPÍRITU DEL SEÑOR NOS COBIJÓ A TODOS

Pero, quizás la máxima expectativa en una clausura la
tienen los familiares, amigos y asistentes, que esperan con una flor en la mano
y con su corazón palpitante la salida de
los cursillistas, que traen su cara transformada por la alegría y cuyas bellas
palabras de agradecimiento para con el Señor no dejan de sorprender. Es el
Espíritu que habla a través de ellos y que alimenta el alma de todos los
asistentes.

“Dios nos ha tocado”
En estricto orden
y motivados por María Jesús Morito, coordinadora del equipo, empezaron a salir
los testimonios, a difuminarse en el ambiente las palabras y a tocar el corazón
de jóvenes y mayores.
“Empezamos poco a
poco, a sentirnos mejor, a encontrar a Dios. Él nos ha tocado. Estamos llenos,
no se puede explicar con palabras”. Un breve silencio y se escucha otro testimonio: “antes llevaba la sonrisa puesta,
ahora me sale sola”. Se desborda la alegría y continúan las palabras: “En mi
grupo venía gente vacía, sin fuerzas, en soledad, no sabíamos a qué veníamos;
ahora nos vamos llenos, con fuerza, acompañados, colmados de Jesús”.
“Venía
como la higuera sin fruto”, aseguró otro participante, “ahora me voy preparando
la segunda cosecha, que sí va a ser fructífera”. Y así uno a uno abría con
sinceridad su corazón: “ojalá fuera otra vez jueves por la noche, para volver a
empezar”, “gracias porque soy una privilegiada”, “lo que hoy me define es la
alegría”, “ya se cual es el camino, cual es la autopista y quiero seguirla con
fidelidad”, “no estaba descarrilada, estaba fuera del tren, por fin he sentido
a mi iglesia”, “ahora llevo el maletín preparado”.
También hablaron
cursillistas de otros grupos, de años anteriores, de una vida entera en la
Escuela, y el común denominador de todos era la alegría, la paz, el amor que
cambia los corazones y que nos acerca a la verdad del Evangelio.
“De ser ateo
confeso, llegué al señor y a su misericordia, ahora sé que es la única VERDAD
con mayúsculas”, afirmó uno de los antiguos. No faltó el testimonio del Diácono
Andrés, que pronto se ordenará Sacerdote: “Que suerte tenemos, el Señor nos ha
escogido, somos sus predilectos”.
Al final los curas
Fernando y Pepe Amalio nos invitaron a continuar, a empezar el cuarto día, ese
que dura toda la vida, a confiar en el Señor y no en nuestras miserias y
debilidades, a trabajar por el Reino de Dios. “No tengáis miedo” dijo Fernando,
a su vez que Pepe Amalio nos invitó a “bajarnos de los pedestales”, como en su
momento tuvo que hacerlo Pedro, el predilecto del Señor, sólo así descubriremos
la verdad y seguiremos el camino.
Amén y hasta la
próxima clausura.
Martha G.
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