MISA POR LA
EDUCACIÓNJul 20,
2010Desgrabación de la Homilía del
cardenal Jorge Mario Bergoglio s.j., arzobispo de Buenos Aires en la Misa por
la Educación (Catedral Metropolitana, 14 de abril de 2010) En la tarde de ese primer día de la semana, el cual
nos narraba el Evangelio recién, había mucha desorientación: la mayoría estaba
triste, encerrados por miedo al ataque de los mismos que habían matado a Jesús,
por miedo que les pasara a ellos lo que les había pasado al Señor. Tenían miedo,
dice el Evangelio. Tenían las puertas cerradas y entre ellos conversaban: “Que
pena que se murió”… “No, fijate que unas mujeres fueron a la mañana y lo
vieron”… o “vieron unos ángeles”… Y el comentario era confuso: “están mal de la
cabeza”, “vieron visiones”, “no es verdad” y así se iban enredando ellos en ese
microclima de miedo, susto, frustración y desesperanza. Los apóstoles, esa
tarde, constituyeron la primera comunidad de cristianos sin esperanza hasta que
aparece el Señor y con su presencia disipa todo ese mundillo de dudas, miedos y
chimentos, y pone las cosas en su sitio. Esto a mi me plantea una pregunta que
se me ocurrió esta mañana al hablar con ustedes: Estamos educando en la
esperanza? Estamos educando para la esperanza? O repetimos el microclima de esa
mañana, de esa tarde dentro de la casa donde estaban los discípulos? Sabemos
educar en esperanza? Y me pregunto también, en vísperas de estos 6 años que
vamos a celebrar el Bicentenario de nuestra independencia: Sabemos que significa
para la Patria que sus chicos, sus jovenes, sus universitarios, sean educados en
esperanza?
Muchas veces la coyuntura nos tapa, los problemas del momento
nos desbordan como a estos apóstoles a quienes la muerte de Cristo los superó,
los desbordó y nos quitan horizontes. Y educar para la esperanza es lograr que
un chico, un joven tenga horizontes! Abrir horizontes, hacia delante y hacia
atrás. Educar para la esperanza en la Patria es hacer consciente que ese chico
tiene un horizonte hacia el pasado que es lo que recibió como patrimonio de los
que nos precedieron, de los que hicieron la Patria; y enseñarle a ese chico, a
esos jóvenes que la Patria no empezó hoy porque tenemos una herencia que
recibir, que custodiar pero también una herencia que trabajar en el presente
para proyectarla en las utopías del futuro. Lo que hemos recibido de nuestros
padres, si hay educacion para la esperanza, lo tenemos que transmitir,
enriquecido, a nuestros hijos. Ese es el desafío que hoy nos planteamos en la
Misa de la Educación: el chico sabe reconocer el patrimonio que recibió? Sabe
que hubo 200 años de hombres y mujeres que mal o bien amasaron la Patria y nos
dieron algo? O ese chico se ha “aguachado” por las coyunturas del momento y no
sabe reconocer en ese horizonte lo que ha recibido, viviendo como si no hubiera
recibido nada? Pero por otro lado, eso que recibió no es para que lo guarde
enlatado, en conserva, ¡sino para que lo trabaje hoy! Ese chico, esos jóvenes,
saben trabajar hoy lo que han recibido? Saben asumir ese patrimonio? Son
patriotas? Les enseñamos a asumir el patrimonio? A proyectarlo hacia delante?
Esos chicos tienen utopías? Tienen sueños,?
Educar en esperanza son esas
tres cosas: Memoria del patrimonio recibido y asumido; Trabajo de ese patrimonio
para que no sea el talento encerrado; y Proyección a través de las utopías y los
sueños hacia el futuro. Creo que se nos impone un examen de conciencia sobre
esto… Trabajamos en esperanza? Algunos dicen que la educación es la parienta
pobre de nuestra estructura social… Bueno, eso depende como se lo mire. Cuando
uno mira el desgaste de los docentes en un pacto educativo roto sin el apoyo de
los padres, con sueldos mal pagos que los obligan a tener dos trabajos, con
aulas más llenas de lo que sería necesario, entonces uno se da cuenta de que
realmente allí hay algo que solucionar, hay una pobreza. Tenemos que reconocer
ese trabajo cotidiano de estos hombres y mujeres que se desgastan en el aula en
situaciones a veces insuficientes y precarias. La Vicaría de Educación los va a
distinguir hoy con una medalla. Sepan ver en esa medalla el reconocimiento a ese
trabajo callado, desgastante, que muchas veces les hace pedir licencia por estar
pasados de stress. Todos les decimos: Gracias por lo que hacen.
Miramos a
los chicos. Y el examen de conciencia nos tiene que llevar a la pregunta: estos
chicos, que están llamados a ser educados en la esperanza, saben recibir, los
preparamos para recibir la semilla de la esperanza? O les damos 3 ó 4 cosas que
terminan fracasando en la esquina con el que viene a venderles “merca”? Nuestros
chicos salen de la escuela y en la esquina la pueden comprar… Esa
responsabilidad recae sobre nuestra conciencia. Los preparamos para grandes
horizontes o para el horizonte de la esquina en donde por unos pesos pueden
comprarse la pasta base o lo que sea. Esto sucede en esta Ciudad y no solo en
los barrios periféricos sino en el centro de la Ciudad.
A los chicos les
queremos pedir perdón porque no siempre los tomamos en serio. Porque no siempre
ponemos los medios para que su horizonte no termine en la esquina, porque muchas
veces no acertamos a entusiasmarlos con horizontes más grandes que le hagan
valorar lo que recibieron y tienen que transmitir ¡porque muchas veces no
supimos hacerlos soñar! Me gusta mucho una expresión de un autor americano que
dice que Dios nos dio dos ojos, uno de carne y otro de vidrio. Con el ojo de
carne vemos lo que miramos; con el ojo de vidrio vemos lo que soñamos. Le
enseñamos a nuestros chicos a ver la vida con estos dos ojos? Nuestros chicos
salen con la capacidad de soñar o salen apurados para poder llegar a la esquina
y poder tener el papelito? Así que a los chicos les pedimos perdón por nuestra
incapacidad de hacerlos soñar, de ponerles horizontes grandes.
Y después
estamos nosotros los dirigentes. Los responsables. A nosotros se nos pide
esencialmente que seamos patriotas en sentido superlativo. A nosotros los
dirigentes se nos pide que recibamos con veneración la herencia de nuestros
padres, la trabajemos en el presente y la proyectemos hacia el futuro. A
nosotros los dirigentes se nos pide testimonio. Nunca podremos enseñarle a un
chico el horizonte de grandeza de la Patria, el que recibieron y el que tienen
que proyectar, si usamos nuestra dirigencia como escalón de nuestras ambiciones
personales, para nuestro trepar cotidiano, para nuestros mezquinos intereses,
para abultar la caja o para promover los amigos que nos sostienen. Se nos pide
otro tipo de testimonio. Y cuando nuestros chicos nos ven a nosotros dirigentes
que les damos este testimonio de bajeza, no se animan a soñar… no se animan a
crecer...
Hoy la Patria nos pide a los dirigentes mucho trabajo. Trabajar
en lo que hemos recibido! para hacerla crecer y proyectarla hacia el futuro. Si
no damos testimonio de esta capacidad de horizonte y de trabajo, nuestra vida
terminará en un rincón de la existencia llorando la milonga de nuestro fracaso
como educadores, como hombres y como mujeres.
Le pido al Señor hoy que
haga lo mismo que hizo esa tarde con ese conventillo que se había armado en la
casa de los discípulos, con esas internas mezquinas de miedo, desorientación y
nos sopapee con la luz de la grandeza. La grandeza que nos dio El y la grandeza
de la Patria!. La grandeza de una Patria que hemos recibido hecha con trabajo,
lucha, sangre, equivocaciones y mil cosas! Pero la recibimos! Y que no tenemos
derecho a cambiarle la identidad y la orientación! La grandeza del envío a
trabajar para que esa Patria crezca y la grandeza de proyectarla hacia el futuro
en una utopía que sea continuidad con lo que nos fue dado. Que el Señor nos
sopapee de esta manera y nos dé esta gracia.
Que así
sea.
Buenos Aires, miércoles 14 de abril de 2010. Cardenal
Jorge M. Bergoglio, s.j., arzobispo de Buenos
Aires
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