jueves, 11 de abril de 2013

voluntad de compartir y de crear fraternidad como Jesús nos enseñó. Y el milagro se producirá.


Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 1-15
 12:00 am a 12:00 am
 En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
—«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?»
Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
—«Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.»
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
—«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?»
Jesús dijo:
—«Decid a la gente que se siente en el suelo.»
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
—«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.»
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que habla hecho, decía:
—«Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.»
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

COMENTARIO:
¿Cuántos millones de euros o de dólares harían falta para alimentar a todos los que tienen hambre en el mundo? Ciertamente no demasiados pero no se terminan de poner. Y sigue habiendo mucha gente son saciar su hambre, sin cubierto el mínimo de necesidades naturales. Jesús no solucionó el problema de aquellas gentes. Como mucho dio de comer a unos pocos y un día. Al día siguiente volvieron a sentir la punzada del hambre.
Y, sin embargo, el milagro de la multiplicación de los panes tiene un profundo significado. Nos habla en primer lugar de la compasión de Jesús. El dolor de la gente, el hambre, la miseria, todo eso afecta a Jesús. Su corazón se llena de compasión. Eso vale para entonces y para ahora. Hoy, Jesús sigue estando cerca de todos los que sufren. No puede evitar su dolor. Pero sí puede alargar la mano para acompañar, para compartir, para sentir con. Toda una forma de estar al lado de los demás. Es la forma de estar de Dios. Porque precisamente al estar así es como Jesús nos revela a Dios.
En segundo lugar, la multiplicación de los panes indica que Jesús hace lo que puede. Pero ese poder pasa por compartir lo que se tiene. No es broma. El milagro tiene su punto de partida en la aparición de un chico que fue capaz de abrir su mochila y poner en común lo que tenía. A partir de ahí se produce el milagro. Y hasta sobra. El milagro no nace de cero sino de la capacidad de los que están allí de abrirse a los demás y compartir lo que tienen. En este caso se compartió unos panes y unos peces. He visto en mi vida auténticos milagros que han sido fruto de compartir simplemente un rato, unos minutos, con otra persona. Se ha vencido la soledad y se ha creado un hueco para la sonrisa y la esperanza.
Y, en tercer lugar, el milagro de Jesús produce la abundancia. Es la abundancia del Reino de Dios. Se terminó la penuria, la miseria, la pobreza, la angustia, la muerte. Y nace la esperanza, la vida, el amor, la fraternidad. Los que estaban separados y aislados, pensando cada uno en su hambre, comienzan a levantar la vista y descubren en Jesús al profeta que les abre la puerta a una nueva forma de vivir. Por un momento, al compartir los panes y los peces, lo han experimentado. Igual que nosotros en la Eucaristía experimentamos por un momento que Jesús hecho Eucaristía hace de nosotros una familia. Y podemos seguir comprometidos con el sueño del Reino.
No hacen falta millones de euros. Lo que hace falta es voluntad de compartir y de crear fraternidad como Jesús nos enseñó. Y el milagro se producirá.

Comentarios realizados por: José Valiente Lendrino (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)

No hay comentarios:

Publicar un comentario