lunes, 16 de febrero de 2015

Consejo para ser más feliz

Me encanta este consejo para ser feliz, creo en él y me ha ayudado en momentos muy muy muy bajos.... ya siempre procuro sentirme agradecida:

LUZ EN LA CALLE DEL DUENDE

  
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Calle duende
Hace unas semanas, paseando por el centro de Málaga (casi no salgo de ahí), vi a Pedro, estaba subido en una escalera arreglando los cables de un recoveco -casi imposible de ver- en la entrada de la calle del Duende (si, aunque parezca mentira en el mismísimo centro de Málaga, por calle Nueva, hay una callejón con ese simpático nombre, pero casi nadie pasa jamás por ahí). Me quedé un rato parado, observándolo, trabajaba a conciencia dejando bien fijos los cables que presumiblemente había reparado, ya bastante tarde y con poca luz, en ese rincón casi invisible, a la entrada de un callejón olvidado.
–          Pedro… ¡Te vas a resfriar, hombre!, ¡Mañana aparecerás por la consulta con dolor de garganta!.
–          Ya acabo, D. Jorge… -sonrió- tenía que haberme ido hace 20 minutos pero quiero dejar esto bien terminado..
Un consultorio médico de atención primaria es algo más de lo que aparenta ser, puede ser un confesionario, un puerto de paz o un kiosco de chucherías vitales, pero  desafortunadamente también puede ser un pequeño infierno o un túnel oscuro en el que tratamos de poner alguna luz. Llevo casi 35 años escuchando historias, recorriendo seres, desatando nudos, rescatando verdades escondidas y aprendiendo de cientos de esas vivencias. Muchas veces alguien viene aquejado por un simple dolor de garganta, pero tras algunas visitas mas -para coger confianza- acaba charlando sobre su verdadera patología, un daño espiritual o una personalidad difícil que casi siempre acaba reflejada en su cuerpo en forma de dolor de estómago, de infecciones de repetición, taquicardias … ¡Tantas veces ocurre eso!.   Pero no con Pedro. Mi paciente-amigo Pedro tiene 45 años, acude a mi consulta desde los 15. Pocas veces para él, la mayoría de las veces solo acompaña a su madre, funcionaria jubilada con serios problemas depresivos cuya asistencia sanitaria está cubierta por un seguro privado.
Nadie se iba a fijar en el rincón que arreglaba Pedro,  pero él lo quería terminar a fondo, aunque hubiera terminado su horario, en una tarde-noche muy fría y desapacible. Como tantos otros “Pedros”, pasó por tiempos mejores, en que el trabajo y el dinero fluían con facilidad, ahora –con la maldita crisis- trabaja un día si y cinco no en las chapuzas que le salen. Pero Pedro jamás se queja, algunas veces se cabrea un poquito, pero enseguida vuelve a sonreír. Siempre va “arreglaito y limpito” porque según él “la apariencia ayuda mucho”, Pedro confía en la vida y no consiente en tutearme a pesar de habérselo pedido varias veces, pasa por muchos problemas, pero él sabe bien que la vida a veces duele… Bajó de la escalera con su eterna sonrisa…
–          Pedro, ¿Qué haces para estar siempre contento?-  Puso entonces una cara entre pícara y extrañada..
–          Pues lo que usted siempre dice D. Jorge.
–          ¿Ah?, y ¿que es eso?….- Pregunté sorprendido creyendo que solo trataba de estimular mi ego…
–          Pues ya sabe, no pedir nada a la vida, absolutamente nada, solo dar gracias…
–          Pero Pedro… ¡Yo jamás te he dicho eso!
–          A mi no, pero la segunda o tercera vez que estuve en su consulta, -era casi un niño-, le puso a mi madre un ejercicio mental, ¿no lo recuerda?, yo si recuerdo sus palabras. Le explicó que no tenía que pedir nada a la vida, ni al mundo, ni a Dios, y en cambio debía de dar gracias diarias durante 10 minutos incluso por las cosas mas sencillas… por la luz en la casa, por la tabla y el cuchillo, por el agua en el grifo, por la música, por el color de vino, por el silencio en la noche… ¡por tenerme!…  Mire D. Jorge, ella nunca le hizo caso, sigue pidiendo que el mundo se arregle a su alrededor, sin embargo yo “me quedé con la copla”. Ella sigue con el Prozac, pero a mi siempre me ha servido “dar gracias” un ratito todos los días, lo que usted le recetó a ella.
¡Bendito sea Dios todopoderoso!, o si queréis ¡Bendita Diosa Casualidad!, … Dicen que Jesucristo nació en un pesebre… “ergo”:  ¡Donde menos se espera salta la liebre!. La semilla brotó en un terreno inesperado.
En estos tiempos de corazones duros, de ojos sin alma, de sentimientos que parecen prefabricados y falsos, brillan personas como Pedro, feliz, terminando con frío y viento, a conciencia, un trabajo que nadie va a ver, esperanzado en el futuro. Gente que no va a caer a pesar de banqueros ambiciosos y políticos corruptos. Si miráis bien seguro que tenéis algún “Pedro” muy cercano.
Querido amigo, ese día había luz en tu mirada (siempre hay luz en ella), pero en ese instante, al mirarte, me enseñaste que un hombre bueno no es ese en el que todos confían, sino aquel que ha decidido confiar en el mundo. Esa fue mi luz y mi lección aprendida en la calle del Duende. Bendito seas.

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