jueves, 7 de marzo de 2013


Clausura del cursillo 582 de Málaga


EL ESPÍRITU DEL SEÑOR NOS COBIJÓ A TODOS

Málaga, 3 de marzo de 2013.- La clausura de un Cursillo de Cristiandad en cualquier parte del mundo siempre es motivo de júbilo. Los cursillistas culminan tres largos días de emociones espirituales que son originadas por su íntimo encuentro con Jesús; al mismo tiempo, el equipo de cursillo concluye la jornada con el corazón fresco, lleno de ilusiones y con la firme convicción de que nuevos hermanos inician el camino de la conversión.

Pero, quizás  la máxima expectativa en una clausura la tienen los familiares, amigos y asistentes, que esperan con una flor en la mano y con su corazón palpitante  la salida de los cursillistas, que traen su cara transformada por la alegría y cuyas bellas palabras de agradecimiento para con el Señor no dejan de sorprender. Es el Espíritu que habla a través de ellos y que alimenta el alma de todos los asistentes.

El cursillo 582 de Málaga estuvo bañado por ese amor de Jesús; fue una noche fresca, fría en el exterior de los muros del Seminario Diocesano, pero cálida y vibrante en el interior del salón. De pronto se abrió la puerta y a medida que entraban los 32 cursillistas y los nueve miembros del equipo, se escuchaba a viva voz: “De colores, de colores se visten los campos en la primavera….” Ellos, como estrellas de Hollywood, reían, lloraban, se abrazaban a sus familiares y entraban en un éxtasis de amor, en un momento místico que nos empezó a inundar a todos a medida que escuchábamos sus testimonios. 

Pepe Amalio, el sacerdote del 582, entregó a cada uno la Cruz como símbolo de amor y compromiso con el Señor. Para los cursillistas era su premio, su regalo más preciado. Luego brotaron las palabras, las que todos esperábamos…

“Dios nos ha tocado”

En estricto orden y motivados por María Jesús Morito, coordinadora del equipo, empezaron a salir los testimonios, a difuminarse en el ambiente las palabras y a tocar el corazón de jóvenes y mayores.

“Empezamos poco a poco, a sentirnos mejor, a encontrar a Dios. Él nos ha tocado. Estamos llenos, no se puede explicar con palabras”. Un breve silencio y se escucha otro  testimonio: “antes llevaba la sonrisa puesta, ahora me sale sola”. Se desborda la alegría y continúan las palabras: “En mi grupo venía gente vacía, sin fuerzas, en soledad, no sabíamos a qué veníamos; ahora nos vamos llenos, con fuerza, acompañados, colmados de Jesús”.

  “Venía como la higuera sin fruto”, aseguró otro participante, “ahora me voy preparando la segunda cosecha, que sí va a ser fructífera”. Y así uno a uno abría con sinceridad su corazón: “ojalá fuera otra vez jueves por la noche, para volver a empezar”, “gracias porque soy una privilegiada”, “lo que hoy me define es la alegría”, “ya se cual es el camino, cual es la autopista y quiero seguirla con fidelidad”, “no estaba descarrilada, estaba fuera del tren, por fin he sentido a mi iglesia”, “ahora llevo el maletín preparado”. 

También hablaron cursillistas de otros grupos, de años anteriores, de una vida entera en la Escuela, y el común denominador de todos era la alegría, la paz, el amor que cambia los corazones y que nos acerca a la verdad del Evangelio. 

“De ser ateo confeso, llegué al señor y a su misericordia, ahora sé que es la única VERDAD con mayúsculas”, afirmó uno de los antiguos. No faltó el testimonio del Diácono Andrés, que pronto se ordenará Sacerdote: “Que suerte tenemos, el Señor nos ha escogido, somos sus predilectos”. 

Al final los curas Fernando y Pepe Amalio nos invitaron a continuar, a empezar el cuarto día, ese que dura toda la vida, a confiar en el Señor y no en nuestras miserias y debilidades, a trabajar por el Reino de Dios. “No tengáis miedo” dijo Fernando, a su vez que Pepe Amalio nos invitó a “bajarnos de los pedestales”, como en su momento tuvo que hacerlo Pedro, el predilecto del Señor, sólo así descubriremos la verdad y seguiremos el camino. 

No faltaron las emociones: risas, llantos, abrazos, amor, fraternidad, hermandad. Seguro que el Señor, luego de la clausura del 582, pudo dormir tranquilo, con una grata sonrisa. Su Reino se sigue construyendo.

 

Amén y hasta la próxima clausura.

 
Martha G.
 

 

 

 

 

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